domingo, 23 de noviembre de 2008

Druida

Ainvar es un druida. Conoce y quiere a la naturaleza, y controla la magia natural, efímera y elusiva pero real. Ese conocimiento lo dirige hacia el beneficio de su tribu, los Carnutos.

Vercingetorix es un carismático príncipe guerrero, que al pasar el rito de madurez junto con Ainvar se ve vinculado a él para siempre.

Juntos, tienen que proteger a la Galia de la amenaza que le acecha: el inteligente, implacable y cruel Cayo Julio César, que pretende someter a la Galia libre al poderío de Roma. Las rivalidades trivales son sus aliadas, y sólo la unidad de los galos frente al enemigo común parece poder pararle.

Aunque lo aparente, Druida no es sólo un libro de historia--mejor leer La Guerra de las Galias, más parcial pero mucho más interesante--ni tampoco de fantasía. Es la recreación de una forma de vida, arcaica y primitiva a nuestros ojos, pero armoniosa y sostenible. A veces parece más una poética obra de filosofía oriental que un relato de ficción:

"...se levantó un viento y los árboles se convirtieron en sus instrumentos. Los tocaba con un volumen ondulante, con profundos murmullos, con un gran movimiento que vibraba entre ellos y se alejaba suspirando. Cada árbol tenía una voz. Los robles crujían, las hayas gemían, los pinos tarareaban, los alisos susurraban, los álamos parloteaban..."
La esencia del libro es la cultura e ideología de los druidas y los galos en general, en un marco histórico de enfrentamiento entre dos filosofías totalmente opuestas: lo natural frente a lo artificial, la anarquía frente a la disciplina, la libertad frente a la esclavitud.

Una pena que una mala edición--o un exceso de cariño de la autora por sus palabras y sus personajes--que mezcla las tragedias personales de Ainvar con las de su tierra diluya la esencia de la obra. Se podían haber eliminado 100 páginas, y Druida sería un mejor libro como consecuencia.

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