El petróleo ha superado los 108 dolares esta semana, alcanzando, una vez más, records históricos. Y yo me alegro.
¿Cómo es posible? te preguntarás; ¿cómo alguien en su sano juicio puede querer que un ingrediente tan básico de nuestra economía se encarezca, repercutiendo desastrosamente en nuestra calidad de vida?
La respuesta es muy sencilla. La dependencia del petróleo en el mundo moderno es absoluta, y, tarde o temprano, hay que librarse de ella. No podemos seguir respirando humo, y expulsando CO2 y otros contaminantes a la atmósfera con los desastrosos resultados que todos sabemos. Yo quiero que el peso del petróleo en nuestra economía se aproxime a cero, y en este momento la dinámica del mercado va a mi favor.
Una de las asignaturas más interesantes que tuve en la carrera fue microeconomía. Nos hablaban de la oferta y la demanda, de la elasticidad y de los bienes sustitutivos y complementarios. Pues bien, la demanda del petróleo es inelástica, lo que quiere decir que aunque suba mucho el precio (como está ocurriendo en los últimos años), se sigue demandando la misma cantidad, lo cual no es muy positivo para nuestros objetivos. En cambio, a largo plazo, se están generando incentivos para que se demanden otros productos -los llamados bienes sustitutivos- que en este caso serían la energía renovable y las formas de transporte alternativas. Según la teoría económica, tras un período de ajuste se produce un cambio estructural en el tejido productivo, alcanzándose un nuevo equilibrio con unas dependencias del petróleo menores.
Por cada dolar que suba el petróleo, los efectos beneficiosos sobre el medio ambiente son evidentes: a los conductores les sale más caro conducir, por lo que conducen menos y buscan otras formas de moverse; las energías renovables son competitivas desde un punto de vista económico, reduciéndose la necesidad de recibir subsidios públicos y facilitándose su impulso político; y los productos cuya comercialización requieren más petróleo (por ejemplo, aquellos en los que el coste del transporte es muy alto) suben de precio, reduciéndose igualmente su demanda.
Vale que los precios de casi todo suban, y que la inflación se dispare. Vale que me salgan un poco más caras las cañitas del fin de semana y pedir libros a Amazon. No me importa. Es un precio que estoy dispuesto a pagar.
¿Cómo es posible? te preguntarás; ¿cómo alguien en su sano juicio puede querer que un ingrediente tan básico de nuestra economía se encarezca, repercutiendo desastrosamente en nuestra calidad de vida?
La respuesta es muy sencilla. La dependencia del petróleo en el mundo moderno es absoluta, y, tarde o temprano, hay que librarse de ella. No podemos seguir respirando humo, y expulsando CO2 y otros contaminantes a la atmósfera con los desastrosos resultados que todos sabemos. Yo quiero que el peso del petróleo en nuestra economía se aproxime a cero, y en este momento la dinámica del mercado va a mi favor.
Una de las asignaturas más interesantes que tuve en la carrera fue microeconomía. Nos hablaban de la oferta y la demanda, de la elasticidad y de los bienes sustitutivos y complementarios. Pues bien, la demanda del petróleo es inelástica, lo que quiere decir que aunque suba mucho el precio (como está ocurriendo en los últimos años), se sigue demandando la misma cantidad, lo cual no es muy positivo para nuestros objetivos. En cambio, a largo plazo, se están generando incentivos para que se demanden otros productos -los llamados bienes sustitutivos- que en este caso serían la energía renovable y las formas de transporte alternativas. Según la teoría económica, tras un período de ajuste se produce un cambio estructural en el tejido productivo, alcanzándose un nuevo equilibrio con unas dependencias del petróleo menores.
Por cada dolar que suba el petróleo, los efectos beneficiosos sobre el medio ambiente son evidentes: a los conductores les sale más caro conducir, por lo que conducen menos y buscan otras formas de moverse; las energías renovables son competitivas desde un punto de vista económico, reduciéndose la necesidad de recibir subsidios públicos y facilitándose su impulso político; y los productos cuya comercialización requieren más petróleo (por ejemplo, aquellos en los que el coste del transporte es muy alto) suben de precio, reduciéndose igualmente su demanda.
Vale que los precios de casi todo suban, y que la inflación se dispare. Vale que me salgan un poco más caras las cañitas del fin de semana y pedir libros a Amazon. No me importa. Es un precio que estoy dispuesto a pagar.
4 comentarios:
Yo tambien es un preio que esto dispuesto a pagar, pero se estima que cualquier otra solucion de substitucion no sera util hasta que el baril suba a 200$ o sea que todavia nos queda un poco de camino ...
No sé exactamente el precio del petróleo (que sigue subiendo) necesario para que se produzca una sustitución total por energías renovables. En cualquier caso, cada dolar de subida ayuda, y es un dolar menos que hay que gastarse en subvenciones a las energías limpias.
Po supuesto estoy de acuerdo con la subida del precio de la gasolina, pero ya hace años que el precio en Inglaterra va aumentando por encima de la inflación (?) y vamos llegando al momento en que nadie puede moverse. El gran problema allí (y la razón por el que conozco tu pais muchísimo mejor que la mia) es que el transporte público también es carísimo, y no puedo pagar unos 100 euros para ir a visitar a un amigo para el fin de semana, cuando vive a unos 100km de mi casa (tomando en cuenta que los trenes de alta velocidad no existen allí!) Muchas veces he cambiado o anulado planes debido al precio elevado del viaje. Y por eso la gente va a seguir usando los coches...
Una busqueda rápida también me reveló el problema más grande (bueno, ya lo sabia, pero para verlo más claro...). Son precios aproximados por la confusión entre los dolares, euros y libras, y litros y gallons...
Un litro de petróleo en el Reino Unido: 1,50 euros
En España: 1,10 euros
En EEUU: 0,50 euros
A ver, cual es el problema aquí?
Tienes razón Vicki, aunque en Europa tengamos impuestos a la gasolina muy altos, la gente sigue cogiendo el coche, muchas veces por falta de alternativas.
Creo que la solución de Londres es la buena: cobrar por entrar en la ciudad, y destinar esos ingresos a fomentar el transporte público (aunque por los precios que sigue teniendo, se ve que no lo fomentan demasiado). El problema es que en nuestras ciudades, Madrid por ejemplo, eso sería políticamente inaceptable. Una pena.
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