Esta semana se han producido dos reuniones internacionales de alto nivel para luchar contra el cambio climático.
El lunes tuvo lugar una cumbre en la ONU, a la que asistieron numerosos jefes de estado y de gobierno (entre ellos ZP). El objetivo era buscar un acuerdo que sustituya al polémico protocolo de Kyoto. Lo más llamativo (pero previsible) fue la ausencia de nuestro querido George W. Bush. El tenía prevista una nueva cumbre, más íntima y personal para el viernes.
Las conclusiones de la cumbre de la ONU fueron las previsibles: buenas palabras, alarmismo por parte de los europeos, y compromiso por parte de nadie. El toque "cómico" lo puso Zapatero, prometiendo Zapatero una dotación "extraordinaria" de tres míseros millones de euros para el desarrollo de la "Estrategia global de la salud y el cambio climático" a través de la OMS. Para hacer tan parcas promesas no hace falta ir a la ONU.
En la segunda reunión, a la que acudieron representantes de los 16 países que más contaminan del mundo (pero ningún pez gordo), George dejó clara sus intenciones cuando dijo que debemos luchar contra el calentamiento global "...de una manera que no debilite el crecimiento económico o impida a los países transmitir más prosperidad a su gente”. Filosóficamente estoy de acuerdo, pero en la práctica es inviable tomar medidas que surtan efecto sin hacer sacrificios de ningún tipo. No sólo eso, los países ricos tienen la obligación moral de dar ejemplo y de, ante la duda, aplicar el "mejor pasarse que quedarse corto".
En cualquier caso yo no considero que, esta vez, Bush se haya equivocado convocando una reunión sobre cambio climático por iniciativa propia en la misma semana que ha tenido lugar la cumbre de la ONU. Por un lado, y que nadie se engañe, Bush no va a aprobar nunca medidas que afecten al crecimiento económico: impuestos al carbono, cuotas de CO2, etc. Por otro, y dado lo avanzado de la precampaña electoral en Estados Unidos, está claro que es mejor que no se produzca ningún compromiso por parte de un presidente débil y esperar a que el futuro presidente (o presidenta), que con suerte será demócrata, pueda promover un plan más realista y efectivo. Entre tanto, por lo menos se le sigue dando publicidad al problema.
Próxima cita: reunión del IPCC en Valencia, en noviembre.
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