Empieza la temporada de conciertos de otoño, con Micah P. Hinson y Manta Ray en la sala Heineken.
Manta Ray
Grupo asturiano con una larga trayectoria, que yo -reconozco mi incultura- desconocía totalmente.
Algunas canciones recuerdan a la etapa del Pornography y Seventeen Seconds de The Cure: temas largos con pocos acordes, predominio del bajo envuelto en el sonido de un órgano atmosférico. Muy chulo.
Es un grupo bastante cañero, con un guitarra que le gusta hacer sufrir a su pobre instrumento, experimentación con órganos y cajas de ritmos y poca importancia de la voz.
Como en tantas otras ocasiones, he descubierto en un concierto a otro grupo al que tendré que hacer un seguimiento de cerca.
Micah P. Hinson
Hay que reconocerlo, este tejano, con pinta de empollón doctorándose en físicas y orejas que convierten a las del príncipe Charles en un estudio en minimalismo, es un grandísimo músico.
Su vozarrón cazayero y su guitarra de doce cuerdas le avalan.
Personaje curioso el Micah: llevaba una guitarra con una foto de "this is my family" donde aparecía él (con exactamente la misma indumentaria que llevaba en el concierto), su novia y sus dos chihuahuas. Entre canción y canción, soltaba la guitarra y nos contaba una parrafada sobre sus adiciones, sobre el robo de guitarras que le hicieron antes de salir de gira que le obligaba a tocar con esta "motherfucker" que tenía que afinar continuamente, o sobre como MySpace y Youtube están acabando con los cerebros de una generación. Que crack.
Toca una especie de country-rock-independiente bastante agradable aunque algo irregular, centrado en su poderío vocal y su virtuosismo a la guitarra. Como el propio Micah reconocía en una de sus peroratadas "lo siento, soy pobre, así que no me he traído a una banda", se acompañaba únicamente de un batería -el pobre parecía Silent Bob de lo poco que intervino-, y es una pena. Creo con los 20 Euros de la entrada da para que se hubiera traído a uno cuantos músicos más.
El concierto tuvo sus altibajos, por el estilo de música bastante parado y la carencia de instrumentos, pero aún así mereció totalmente la pena. Siempre es bueno variar un poco y abrirse a otras influencias musicales.
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