domingo, 15 de marzo de 2009

El Oro del Rey

Siempre que cojo un libro de Pérez-Reverte lo hago con cierto temor, recelando su ritmo tortugil y rebuscado lenguaje--un lenguaje que se acentúa con los arcaísmos propios de la España de los Austrias en las novelas de Alatriste. Aún así, la gran ambientación, el interés histórico y la profundidad de los personajes me hacen volver a recaer.

Alatriste regresa a España tras sus correrías en Flandes, y se ve envuelto en una aventura semioficial: recuperar para el Rey el oro de contrabando que va a llegar a Sanlucar en un barco flamenco. Antes de asaltar el barco tendrá que recorrerse el submundo del hampa sevillana para seleccionar a un grupo de rufianes que le ayuden a llevar a cabo la misión.

Vemos una ciudad donde conviven la opulencia esquilmada de las Indias con unos personajes barriobajeros y decadentes, en concordancia con la decadencia propia del país.

Y vemos el lado más oscuro y frío de Alatriste:

"Diego Alatriste seguía moviéndose a través de aquel páramo personal que era su vida, callado, solitario y egoista, cerrado a todo lo que no fuese la indiferencia lúcida de quien conoce el escaso trecho que media entre estar vivo y estar muerto."
No puedo evitarlo, me cansa Pérez-Reverte. Su pomposidad y barroquismo hacen difícil el disfrutar de sus libros. Pero en pequeñas dosis (el "Oro del Rey" tiene poco más de 200 páginas), y en un entorno histórico tan interesante, la novela no sólo se soporta sino que hasta llega a disfrutarse.

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