En La Sombra del Viento seguimos la trayectoria de ese niño -Daniel- y ese libro y su autor -Julián- a través de aventuras y desengaños, amores y desamores en la Barcelona de la pos (y pre) guerra. Sin embargo, el propio libro -homónimo al ejemplar que el lector tiene en sus manos- actúa como máquina del tiempo, entrelazando pasado y presente de los dos protagonistas, incrustando historias dentro de historias (o libros dentro de libros) como si se tratase de un juego de muñecas rusas, y demostrando como a veces la vida puede darte segundas oportunidades para redimir -que no enmendar- tus errores.
El ritmo del libro es el correcto, ni demasiado pesado y descriptivo (como por ejemplo en las novelas de Alatriste), ni demasiado rápido y superficial. El tono global me resulta moderadamente depresivo, algo quizá inevitable en una historia ambientada en la España de mitad de siglo.
Los personajes están muy logrados, especialmente el cómico e irreverente Fermín Romero de Torres -exespía, expresidiario, exvagabundo, y siempre con una ingeniosa frase en la punta de la lengua- y los protagonistas, Javier y Julián, aunque éstos últimos transmiten una cierta apatía, resultando difícil empatizar con ellos.
Carlos Ruíz Zafón da cierto toque cómico-cutresco a la novela, al estilo de Eduardo Mendoza; esta perla de Fermín lo deja claro:
"...a ninguna de mis siete hermanas las hubiesen aceptado en la venemérita, pese al problema de vello facial que siempre caracterizó a las mujeres de mi familia..."
o"El destino suele estar a la vuelta de la esquina. Como si fuese un chorizo, una furcia o un vendedor de lotería: sus tres encarnaciones más socorridas"
Es un libro ameno y recomendable, pese a ese pesimismo ya mencionado, y algún que otro anacronismo en el lenguaje ("...las vecinas la tienen dopada a base de lingotazos de brandy..."). Entiendo que haya tenido éxito, y me alegro; lo que se me escapa es como ha podido vender más de ocho millones de ejemplares en todo el mundo...misterios del mundo editorial!
1 comentario:
Un libro zalamero, sí señor.
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