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Imagen: The New Yorker |
Un vendedor ambulante, una compra rápida para zafarse del vendedor, y un
bote de abrillantador de espejos que, al utilizarlo, no sólo hace que
la imagen reflejada sea más nítida...
Un ejemplo más de que hasta en
medios literarios tan reconocidos como el New Yorker puede convivir la
excelencia literaria con una visión fantástica e irreal de nuestro
mundo.
Puedes leer esta increible historia de Steven Millhauser en la web de The New Yorker.
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