viernes, 14 de diciembre de 2007

El Fin de la Pobreza


"Deberíamos recelar de las prédicas moralizantes excesivas o de las que les dicen a los pueblos más pobres del mundo, o a los más vulnerables o castigados por la crisis, que resuelvan por sí mismos sus problemas"



Con este pretencioso título el afamado economista Jeffrey Sachs nos pone al día de la dramática situación que se vive en los países subdesarrollados, y nos expone un detallado plan sobre como podría solucionarse el problema de la pobreza absoluta que afecta a cientos de millones de personas en el Tercer Mundo.

El libro conjuga el contenido académico con casos de estudio de algunos países que han sido asesorados por Sachs, completado con una guía de campo de implantación de un plan global antipobreza. En mi opinión, la parte académica sobra, pues hay capítulos enteros sobre historia económica y fundamentos básicos de economía que, si bien pueden servir para entender la segunda parte del libro, es información demasiado básica e irrelevante.

Sí que interesa el ahondamiento que se hace sobre las causas reales de la pobreza: no sólo el mal gobierno, sino también la dificultad de acceso al mercado, las comunicaciones, la falta de educación, etc. Todo ello hace imprescindible la ayuda exterior, especialmente en los países del Africa Subsahariana. También resultan atractivas las labores de asesoría que el profesor Sachs ha hecho para países tan dispares como Bolivia, Polonia, Rusia, China, etc. Estos capítulos, aunque carentes de modestia, son un invaluable testimonio de la historia económica reciente.

De todos modos, donde el libro alcanza su zenit es en el desarrollo de un plan global contra la pobreza, basado en los siguientes pilares:
  • Condonación de la deuda. Es inaceptable que a estas alturas los países del Tercer Mundo vean empeorada su ya desesperada situación por tener que hacer frente a una deuda contraída en muchos casos bajos los erróneos auspicios del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, y que en cualquier caso los países ricos nunca iban a poder cobrar en su totalidad.
  • Liberalización del comercio. el autor se oponen frontalmente al proteccionismo de los países ricos en bienes industriales básicos. La liberalización del comercio de productos agrícolas no es la panacea, ya que los productos subvencionados por los países de Occidente no son los que producen los países más pobres, y estas subvenciones ayudan a mantener un precio de mercado más bajo. Aquí yo discrepo con Sachs: es necesario fortalecer el sector agrícola productivo de estos países, y esos es totalmente inviable cuando deben competir contra precios agrícolas artificialmente bajos por las subvenciones de la UE y EEUU a sus agricultores. Además, muchos productos (como las hortalizas o el algodón, por poner dos ejemplos) sí que pueden producirse en zonas tropicales.
  • Ciencia aplicada al desarrollo. Con todo el progreso científico y tecnológico que ha ocurrido en los últimos dos siglos, y como han mejorado las condiciones de vida de una gran parte de la población mundial, ahora deberían volcarse los esfuerzos científicos en apoyar a los que se han quedado fuera de ese progreso. En este sentido hay noticias alentadoras como la vacuna contra la malaria que se va a empezar a utilizar el año que viene.
  • Gestión medioambiental. Este aspecto lo toca sólo de refilón, y no expone los desastrosos efectos que el cambio climático puede tener sobre los países más desfavorecidos.
  • Ayuda al desarrollo. Este es el punto fundamental y más controvertido. Hay una creencia generalizada de que "se malgastan miles de millones en ayudas a los países pobres, y éstos lo único que hacen es derrocharlos". Sachs arremete implacablemente contra esta opinión, demostrando que la ayuda real es mínima (muchas veces se camufla con condonaciones de créditos, o con créditos para importar productos del país donante), y que en muchos casos se hace un uso ejemplar de la misma. Además, va en el interés propio de los países donantes aumentar la ayuda al desarrollo: menos conflictos, menos terrorismo, menos problemas de inmigración, etc.
El marco de referencia fundamental para dirigir la ayuda son los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Para su cumplimiento (algo que ya parece bastante utópico, según el último informe de seguimiento) es esencial el cumplimiento de los compromisos de los países ricos de aportar el 0,7% de su Producto Interior Bruto al desarrollo (según los cálculos de Sachs valdría con un 0,5% del PIB). En este sentido, es reconfortante la reciente promesa de Zapatero, si se cumple.

Tampoco se libran de las opiniones del autor los organismos internacionales que intervienen en el desarrollo económico. Junto a una visión poco positiva del marco institucional de ayuda al desarrollo encarnado por FMI, BM, y la ortodoxia económica que representan, aparece una refrescante crítica al movimiento antiglobalización: aunque aplaude su fervor moral y valora los efectos positivos logrados denunciando el trabajo infantil y los sobornos a dirigentes del Tercer Mundo, se equivocan de enemigo. Hay muchos ejemplos de empresas responsables que ayudan al desarrollo, y es indiscutible que la globalización ha reducido notablemente la pobreza, especialmente en China e India.

Bueno, si habéis llegado hasta aquí, veréis que se trata de un libro muy recomendable, que nos abre los ojos ante las severas injusticias que están ocurriendo en el planeta, y lo hace con un trasfondo de optimismo (o, viéndolo cínicamente, de ingenuidad idealista) y esperanza muy alentadores.


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