sábado, 6 de junio de 2009

Elecciones Europeas: ¿a quién votar?

Mañana se vota en España para el parlamento europeo y, como tantos otros europeos, no tengo claro a quien votar, y tampoco es que me preocupe demasiado.

Por aquello de ser un buen ciudadano he hecho un esfuerzo de documentación y he encontrado www.euprofiler.eu

La idea es muy sencilla: contestas 30 preguntas muy rápidas, las ponderas según te preocupen más o menos, y recibes una sugerencia de que partidos en tu país se adecuan más a tus preferencias.

En mi caso, esto es lo que me sale:


O viéndolo de otro modo:


Vamos que no hay ningún partido que se aproxime demasiado a mis ideas. Ciudadanos-Partido de la Ciudadanía es el menos alejado.

Pero analizando en profundidad los resultados, y comparando con todos los partidos a nivel europeo está claro a quien debo votar:



¡Democraten 1966, sois mi partido! Pena que no pueda ir a Holanda a votar...

Pedro el Grande: su vida y su mundo

"En la época de Pedro empezamos a ser ciudadanos del mundo, pero en cierto grado dejamos de ser ciudadanos de Rusia"

Nikolai Karamzin, historiador ruso


A finales del siglo XVII Rusia era considerada por sus contemporáneos europeos como un país exótico y oriental, una especie de Persia congelada. Unas décadas después, esta vasta nación era un imperio europeo en toda regla, con unas armadas y ejército modernos, una pionera academia de la ciencia y una capital, San Petersburgo, que poco tenía que envidiar a sus homólogas occidentales.

Las dificultades con las que partía el gigantón Pyotr Alexeyevich Romanov (Pedro) eran legión: una iglesia ortodoxa tradicionalista y retrograda, un ejercito medieval, una armada inexistente, una burocracia ineficiente y corrupta (esto parece que no ha cambiado demasiado) y enemigos al sur (el imperio Otomano) y al este (Polonia).

Con una minuciosa ambientación y gran detallismo (a veces exagerado), Robert K. Massie nos va relatando de forma amena --más que una biografía de 900 páginas parece que estamos leyendo una trepidante novela histórica--como Pedro va superando uno a uno los obstáculos que se ponían en su camino. Y en el proceso vamos conociendo las costumbres de la realeza de la época, la dureza de la vida en Rusia, cómo eran las ciudades que marcaron la vida de Pedro--Paris, Viena, Amsterdam, Moscú, San Petersburgo--y cómo eran los personajes fundamentales de la época.


Los sacrificios que hizo padecer a sus súbditos son difíciles de entender en nuestros días. En algunos aspectos, como el uso de trabajos forzados de sus propios ciudadanos para fundar San Petersburgo con la muerte cerca de 130.000 personas, el propio Stalin estaría orgulloso. Esta mano dura también la usó para romper el desafío de la Iglesia Ortodoxa, subordinando el patriarcado a la autoridad imperial y llegando a fundir hasta una cuarta parte de las campanas de las iglesias rusas para construir cañones (un hombre muy práctico, este Pedro).

Dos hitos definieron su reinado: La Gran Embajada, en 1697, viajando "de incógnito" (no muy sutilmente) a Occidente durante 18 meses y llegando incluso a trabajar en astilleros en Holanda e Inglaterra. Su pasión por el mar y por la ciencia se afianzaron definitivamente en este viaje. Pasión a la que pudo dar salida gracias a La Gran Guerra del Norte contra Suecia--gobernada por el archienemigo de Pedro, el obstinado y arrogante Carlos XII--cuando, superando derrotas y sacrificando aún más a su sufrido pueblo, ganó grandes regiones del báltico para Rusia permitiéndole así fundar San Petersburgo y tener un puerto marítimo funcional durante buena parte del año.


A medida que avanzamos en la lectura vamos conociendo a un Pedro contradictorio: vigoroso y enfermizo, cariñoso e irascible, intelectual y manitas. Como muchos de sus paisanos (como dice Massie en un pasaje del libro, "estar borracho es una característica esencial de la hospitalidad rusa"), el zar tenía un punto débil con el alcohol: "sólo queda una botella de vodka. No sé que voy a a hacer" escribió a Catalina, la zarina, desde Calais.

Pero sobre todo vemos a un Pedro curioso, muy curioso, siempre ansioso por conocer el funcionamiento de todo lo que le rodeaba y como podría aplicarse para el bien de Rusia. Y es que, en el fondo, la gran protagonista del libro es Rusia, más contradictoria si cabe que el zar que la modernizo. Una Rusia alcóholica y militarista, corrupta y orgullosa, siempre mirando de reojo a Occidente. Pero una Rusia que

"...is a stern land with a harsh climate, but few travelers can forget its deep appeal, and no Russian ever finds peace in his soul anywhere else on earth"

y que no es difícil reconocer en el país putiniano de nuestros días.